La DECADENCIA DE OCCIDENTE
La ola de encierros y despidos en masa
continúa, sin que se vea su final. Karstadt, Opel y en breve
Volkswagen son sólo la punta del iceberg. Las medidas
restrictivas de los conglomerados transnacionales son tematizadas
espectacularmente en los medios de comunicación, mientras que la
gran mayoría de casos similares en pequeñas empresas y en el
ámbito regional, sólo encuentran un espacio, y eso con suerte,
en la letra menuda. Y el problema ya tiene una historia, aunque
desaparezca en la corta memoria de los medios de comunicación,
obsesionados por los "eventos" . ¿Quién recuerda aún
la heroica lucha defensiva de los mineros ingleses contra los
grandes cierres de minas en la era Thatcher? Más tarde
siguieron, en Alemania y en otros lados, las igualmente
infructuosas manifestaciones de los obreros de la industria
naval, como por ejemplo en Bremen. A pesar de los cortes de
carreteras y de las barricadas en llamas, se repite actualmente
la misma representación en Cádiz, en España. Los metalúrgicos
también están en la brecha. Echando una ojeada, por todos lados
se ven los últimos y cada vez más rápidamente desmoralizados
combates de retirada.
Se trata de un proceso de imparable desindustrialización. Como
es sabido, la tercera revolución industrial derrite los empleos
a gran escala, a través de la automatización y la
reorganización de la información. Sin embargo, no surgen en el
sector de los servicios suficientes puestos de trabajo (y mucho
menos puestos de igual valor), como muestran la cuenca del Ruhr o
las desalentadas zonas industriales inglesas. Por eso, a falta de
poder de compra social, se forman sobrecapacidades en la
producción de alta tecnología (high tech), que apenas crea
empleo e incluso en las grandes casas comerciales tradicionales y
en las cadenas de centros comerciales, último símbolo del
milagro económico que hace mucho se desvaneció. Después de la
reducción de plantillas por vía de la tecnología, la
producción y la distribución que ya habían sido racionalizadas
se encuentran, a consecuencia de la caída del poder de compra y
por tanto de los mercados, en medio de un proceso que llevará a
su total paralización.
Pero no se trata de que las estructuras industriales
tradicionales, junto con el poder de compra, los mercados y los
palacios del consumo asociados, se transfieran simplemente hacia
China o Europa Oriental. Ahí solo se instalan sectores
relativamente pequeños de una industrialización puramente
enfocada hacia la exportación, mediante la importación de
capital occidental, y además a costa de una paralización
acelerada de las industrias internas no rentables. El crecimiento
que surge en las zonas económicas de exportación, como ocurrió
antes en el Japón y en los tigres asiáticos, es producto de
burbujas financieras y acaba revelándose como una
sobreinversión especulativa. Es solo una cuestión de tiempo
hasta que también en China el admirable boom industrial degenere
en desindustrialización y al igual que en otros lugares, las
ruinas de inversiones y los museos de la industria queden a la
vista.
Todas las anteriores crisis y revoluciones industriales
desembocaron en una nueva expansión del empleo en la industria.
Las luchas de los sindicatos y movimientos sociales habituados a
ello, intentan hasta hoy a ciegas participar de la valorización
del capital en el auge industrial, incluyendo los sectores
derivados de servicios e infraestructuras. Nadie quiere saber que
este paradigma alcanzó sus límites absolutos. Por ello se le da
credibilidad a afirmaciones absurdas, como la del gobierno
alemán cuando proclama que se trata de "casos
aislados" y "errores de gestión". En una pancarta
del sindicato Verdi, en una filial de Karstadt podía leerse:
"Los gestores de Karstadt son el ejemplo perfecto de la
decadencia de Occidente". La búsqueda de chivos expiatorios
no ayuda en nada, solo promueve las ideologías de crisis de la
derecha radical. No se trata de "errores" individuales,
esta cuestión atañe literalmente al sistema.
"Occidente", es decir, la lógica destructiva de la
coacción industrial al trabajo, de la reproducción a través de
ingresos de dinero y de consumo de mercancías, es en sí mismo
el error y, en última instancia, su propia decadencia.
Original alemão DER UNTERGANG DES ABENDLANDS in Neuen Deutschland, Berlin, 29.10.2004 Deustch
Traducción portuguesa: http://obeco-online.org/
Traducción al español: contracorriente
revisado por Nuria Rojo