La DECADENCIA DE OCCIDENTE

Robert Kurz

La ola de encierros y despidos en masa continúa, sin que se vea su final. Karstadt, Opel y en breve Volkswagen son sólo la punta del iceberg. Las medidas restrictivas de los conglomerados transnacionales son tematizadas espectacularmente en los medios de comunicación, mientras que la gran mayoría de casos similares en pequeñas empresas y en el ámbito regional, sólo encuentran un espacio, y eso con suerte, en la letra menuda. Y el problema ya tiene una historia, aunque desaparezca en la corta memoria de los medios de comunicación, obsesionados por los "eventos" . ¿Quién recuerda aún la heroica lucha defensiva de los mineros ingleses contra los grandes cierres de minas en la era Thatcher? Más tarde siguieron, en Alemania y en otros lados, las igualmente infructuosas manifestaciones de los obreros de la industria naval, como por ejemplo en Bremen. A pesar de los cortes de carreteras y de las barricadas en llamas, se repite actualmente la misma representación en Cádiz, en España. Los metalúrgicos también están en la brecha. Echando una ojeada, por todos lados se ven los últimos y cada vez más rápidamente desmoralizados combates de retirada.
Se trata de un proceso de imparable desindustrialización. Como es sabido, la tercera revolución industrial derrite los empleos a gran escala, a través de la automatización y la reorganización de la información. Sin embargo, no surgen en el sector de los servicios suficientes puestos de trabajo (y mucho menos puestos de igual valor), como muestran la cuenca del Ruhr o las desalentadas zonas industriales inglesas. Por eso, a falta de poder de compra social, se forman sobrecapacidades en la producción de alta tecnología (high tech), que apenas crea empleo e incluso en las grandes casas comerciales tradicionales y en las cadenas de centros comerciales, último símbolo del milagro económico que hace mucho se desvaneció. Después de la reducción de plantillas por vía de la tecnología, la producción y la distribución que ya habían sido racionalizadas se encuentran, a consecuencia de la caída del poder de compra y por tanto de los mercados, en medio de un proceso que llevará a su total paralización.
Pero no se trata de que las estructuras industriales tradicionales, junto con el poder de compra, los mercados y los palacios del consumo asociados, se transfieran simplemente hacia China o Europa Oriental. Ahí solo se instalan sectores relativamente pequeños de una industrialización puramente enfocada hacia la exportación, mediante la importación de capital occidental, y además a costa de una paralización acelerada de las industrias internas no rentables. El crecimiento que surge en las zonas económicas de exportación, como ocurrió antes en el Japón y en los tigres asiáticos, es producto de burbujas financieras y acaba revelándose como una sobreinversión especulativa. Es solo una cuestión de tiempo hasta que también en China el admirable boom industrial degenere en desindustrialización y al igual que en otros lugares, las ruinas de inversiones y los museos de la industria queden a la vista.
Todas las anteriores crisis y revoluciones industriales desembocaron en una nueva expansión del empleo en la industria. Las luchas de los sindicatos y movimientos sociales habituados a ello, intentan hasta hoy a ciegas participar de la valorización del capital en el auge industrial, incluyendo los sectores derivados de servicios e infraestructuras. Nadie quiere saber que este paradigma alcanzó sus límites absolutos. Por ello se le da credibilidad a afirmaciones absurdas, como la del gobierno alemán cuando proclama que se trata de "casos aislados" y "errores de gestión". En una pancarta del sindicato Verdi, en una filial de Karstadt podía leerse: "Los gestores de Karstadt son el ejemplo perfecto de la decadencia de Occidente". La búsqueda de chivos expiatorios no ayuda en nada, solo promueve las ideologías de crisis de la derecha radical. No se trata de "errores" individuales, esta cuestión atañe literalmente al sistema. "Occidente", es decir, la lógica destructiva de la coacción industrial al trabajo, de la reproducción a través de ingresos de dinero y de consumo de mercancías, es en sí mismo el error y, en última instancia, su propia decadencia.

Original alemão DER UNTERGANG DES ABENDLANDS in Neuen Deutschland, Berlin, 29.10.2004 Deustch

Traducción portuguesa: http://obeco-online.org/

Traducción al español: contracorriente

revisado por Nuria Rojo